Ayer, mientras escuchábamos con unos amigos en el coche el primer LP de Embrace (“The good will out”), comentábamos un artículo reciente de “El País” en el que se asociaba el escuchar música “indie” con personas de poca autoestima.
Más allá de las coincidencias, nuestra discusión se dirigía al valor y a la influencia de la música pop, y de la indie en particular, sobre los estados anímicos de los oyentes. Además, siempre quedaría la cuestión si el pop, el indie o el rock son música en absoluto...
En cualquier caso y sin pretensión de reivindicar a nadie, leyendo un comentario relativo al último disco de Coldplay, Viva la Vida, en un blog anglicano norteamericano, he llegado a la conclusión de que parafresando a Plinio el Joven podemos afirmar, incluso con respecto a la música indie, aquello de “nullus est ALBUMUS tam malus ut non aliqua parte prosit”.
Más allá de las coincidencias, nuestra discusión se dirigía al valor y a la influencia de la música pop, y de la indie en particular, sobre los estados anímicos de los oyentes. Además, siempre quedaría la cuestión si el pop, el indie o el rock son música en absoluto...
En cualquier caso y sin pretensión de reivindicar a nadie, leyendo un comentario relativo al último disco de Coldplay, Viva la Vida, en un blog anglicano norteamericano, he llegado a la conclusión de que parafresando a Plinio el Joven podemos afirmar, incluso con respecto a la música indie, aquello de “nullus est ALBUMUS tam malus ut non aliqua parte prosit”.
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